viernes, 20 de diciembre de 2019

No existe el poema



Heme aquí enmendado
de fugaz arte menor
con mis sonetos clamando
por su cuaderna vía.
Se atolondran las tónicas
cuando apenas intuyen
su cesura,
y si en descuido esperan       sin floritura huyen
cuando se aprecian verso
suelto.
No existe el poema
cuando nace muerto,
ni existe el poeta
que en su tumba sujeta
la lágrima no escrita.


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miércoles, 7 de agosto de 2019

Jersey caca


JERSEY CACA

Yo nunca he estado en Jersey.
Ni en Texas, ni en Salamanca,
ni mucho más allá
de lo que mi pata arranca.

Y así hice de mi criterio
lo bastante infundamentado
para predicarte con ello.


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domingo, 30 de junio de 2019

Parada en Abraxas II



[...]

Ahora bien, ¿Qué hace un tan deprorable Jaime Messacotta en pleno mercado, inconsciente frente a unas truchas nada frescas, y a punto de someterse a la humillación de su vida? Lo cierto es que poco o nada tiene que ver con el torpe de sir Jaime. Aster y Jane, junto con Folkha, Gastón y Barb “Canijas”, conforman el núcleo duro de la tripulación de “El Rojo”. Cara al público, Aster es lo más parecido a un capitán, pero internamente el grupo funciona como una familia. Una auténtica jauría de canes callejeros: salvajes, feroces, hambrientos y leales entre sí. El resto de tripulantes de El Rojo acatan las órdenes de los cinco por igual.

Los caminos de Alisa y Aster, y por ende los de Alisa y El Rojo, habían comenzado a entrelazarse tiempo atrás. Antes de adquirir su barco, Aster ya era todo un buscavidas con solera. Durante algún tiempo consiguió ser empleado en la Corte del por entonces Rey Gregor, donde también vivía la por entonces Princesa Alisa. Aunque no estaba exento de otras tareas de forma ocasional, la función principal de Aster consistía en el mantenimiento de los jardines. “Jardines” era la palabra que gustaban de utilizar en Palacio para referirse a un vasta extensión que abarcaba diferentes parques de flores silvestres y árboles exóticos, claros, estanques, laberintos de setos contiguos al principal edificio del complejo e incluso un pequeño bosque para organizar partidas de caza privadas, donde se soltaban animales para tales ocasiones. El mantenimiento de tamaña extensión requería numerosa mano de obra.

La paga era mísera, pero el trabajo estable, seguro y llevadero. Para cualquier persona sin más aspiración que la de sobrevivir (es decir, para casi cualquier persona en el reino), aquella posición sería idílica. Pero a Aster todo aquello le importaba un bledo. No se había introducido en Palacio para cebar pececitos de un estanque por medio real a la semana, sino para tantear el terreno. Aster pretendía observar de cerca a los nobles, con sus idas y venidas, y cazar los chismes jugosos cerca de su fuente original, pues la versión que llega a las tabernas se encuentra a menudo demasiado desvirtuada. Todo ello en aras de recabar información para orquestar algún golpe notorio. Las acontecimientos, sin embargo, no transcurrieron como Aster los había planeado. Si no mucho mejor.

La princesa Alisa, que de aquella contaba con 17 veranos, era mucho más precoz, en muchos aspectos, de lo que la mayoría de la Corte suponía. Consciente del delicado estado de salud de su padre y de su posición como futura heredera, pues era la única descendiente viva del rey Gregor, había comenzado a mover – con éxito – ciertos hilos a su favor. Alisa tenía sus propias ideas y ambiciones, y cualquier parecido entre sus planes y los que Gregor y su Esposa Eseida tenían para ella era fruto de la casualidad. Más al contrario, Alisa había sido capaz de influir a sus padres en determinadas decisiones, siempre bajo una máscara de moderado entendimiento e inocencia de lo más inofensiva. Ejemplo de esto había sido el acuerdo de su futuro enlace con sir Jaime Messacotta. Gregor y Eseida consideraban otros candidatos antes que a sir Jaime, pero mediante certeros comentarios y movimientos indirectos, tales como la difusión de rumores, el resto de nombres de la lista habían ido cayendo uno tras otro.

Desde el punto de vista de Alisa, sir Jaime era lo suficientemente rico e influyente. No el más rico e influyente de entre los posibles, pero a su favor tenía que también era lo suficientemente idiota como para hacer de él un pandero. Al menos mientras se hiciese la loca con sus vicios, para lo cual estos deberían permanecer en moderado secreto. Sir Jaime incluso gozaba de aceptación entre el populacho debido a ciertos méritos bélicos. Alisa tenía claro que dichos méritos eran exagerados o completamente inventados, pero eso no era lo importante. Dicha fama podría resultar útil en según qué momentos.

Las intrigas de Alisa no se limitaban a fortalecer posiciones en enlaces o el resto de maquinaciones del aristócrata promedio. Era una autentica gestora, con una mente analítica y una capacidad para mentir muy fuera de lo común. A tan temprana edad y desde un discreto segundo plano, había conseguido tejer una red de contactos con personajes clave más allá de nombres y títulos nobiliarios. Capitanes y hombres respetados en las filas de la guardia. Mercaderes de Ábalos. Incluso algunos dueños de burdeles en la propia Bantía, previendo los devenires de su futuro matrimonio. En ocasiones era ella misma quien se encontraba con esas personalidades, aunque la mayoría de las veces delegaba en personas de su muy reducido circulo de confianza. Personas que tenían la lengua menos atada para según que conversaciones, y que además no tenían por qué hablar en su nombre, si no que podían adoptar un rol más gris y conspiranoico si la situación lo requería.

Los miembros del circulo de confianza no habían sido escogidos únicamente por una llana cuestión de confianza, ni mucho menos por su lealtad a la Corona. Alisa se ocupaba de mantener con cada uno de ellos una serie de suculentos intereses alineados, o al menos compatibles, con los suyos propios. Lo cierto es que Aster pensaba que si Alisa se hubiese criado en la calle hubiese sido una ratera de primerísima. Astuta e implacable. La propia Alisa tenía una idea muy similar sobre sus habilidades. Pero no se había criado en la calle. Y hay determinadas lecciones, grabadas a fuego hasta en los huesos de alguien como Aster, imposibles de adquirir desde una posición acomodada. La  idea que tenía de sí misma era la debilidad más notable de la ahora Reina Alisa. Y Aster, y por ende todos en El Rojo, lo sabían perfectamente.

De entre todas las precocidades de Alisa, su apetito sexual no era una excepción. A pesar de su discreción…

… continuará, probablemente.


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viernes, 28 de junio de 2019

Opiniones


Hace tiempo que no discuto
con ninguna piedra,
pues me estimo pobre de millones
de años con que gastarla a gritos.

Así me mudé a las faldas
de las montañas más pulidas
- siempre tan resonantes
con todos mis argumentos -
para derramar mis leves lapsos
en el océano convencido.

Por una suerte de gravedad, se vino
una roca a estampar
contra mi frente, y supe
advertir mi sangre donde ella
protesta - ahora - mellada.


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domingo, 2 de junio de 2019

Parada en Abraxas




–    Sólo espero que hoy se acuñe algún mote memorable. Me encantaría saber a nuestra amada reina prometida con sir Jaime "Polla Al Aire" – comentó Aster, mientras golpeaba el suelo con un bastón imaginario, como si anunciase la entrada de alguien en un salón de alto copete.

    Mejor sir Jaime "Media Polla". Que haya una mitad perdida podría explicar que se le haya quedado así – replicó Jane sin mirarle y luciendo una perversa sonrisa de lo más seductora –.  E incluso se parece a Messacotta.

–    ¡Touché!

Los motes, cuanto más sencillos y vulgares, mejor calan entre el populacho. Y también entre la alta alcurnia, por muchos pedos que se tiren. "Media Polla" sería sin duda un excelente candidato para perseguir a sir Jaime Messacotta hasta el fin de sus días. Aster se planteó vociferarlo en medio de la multitud cuando llegase el momento oportuno, a pesar del riesgo que eso podría entrañar.

El mercado del puerto de Abraxas estaba abarrotado ese día. El bullicio de tenderos y viandantes incluso impedía escuchar el romper de las olas contra el muro, apenas a unos metros de la plaza principal, núcleo de toda actividad. Los vendedores locales eran los que más alto bramaban las bondades de su mercancía, pero no los que recibían más atención. El mercado tenía una fama suficiente como para atraer a no pocos comerciantes de lugares remotos, especialmente navegantes. Algunos hacían escala de apenas unos días, mientras que otros atracaban por largo tiempo en la ciudad. De hecho, la mayor parte de operaciones en Abraxas no eran compras de lugareños, sino trueques de mercancía entre los propios marineros, que aprovechaban a llenar sus navíos de toda clase de víveres y alhajas antes de zarpar. Eso, al menos, si no contamos los hurtos como parte de las operaciones. En un lugar de tan alegre y variopinto caos, un puesto como el de Aster y Jane, con apenas una cesta de truchas y un informe saco alargado, pasaba del todo desapercibido. Las truchas ni siquiera estaban frescas. Se las habían comprado muy baratas horas antes a un pescador aronés, alegre de librarse de ellas.  El saco, ahora cerrado, contenía a sir Jaime Messacotta, prometido de la reina regente Alisa, desnudo, maniatado y sedado.

     –    Joder, me encantaría quedarme. Aún no tengo nada personal contra este imbécil, pero esta es una historia que querría contar yo, no que me contasen – se lamentó Jane con resignación.

     –   Te lo narraré con tanto detalle que creerás que soy tu propio recuerdo – respondió Aster con una indolente mueca de conformidad.

De acuerdo con el plan trazado, cuando el morador del saco comenzase a menearse, Aster debería ocultarse mientras Jane montaba su número para congregar a la plaza. Al menos hasta que el saco fuese demasiado vivaracho o la audiencia demasiado numerosa, lo que antes ocurriese. Llegado ese momento, Jane debería esfumarse y permitir un curso natural de los acontecimientos. No existían en Abraxas leyes específicas contra la suelta de nobles desnudos y drogados, pero parecía prudente no hallarse en el meollo de la cuestión cuando la gente atase cabos y llegase la guardia. Jane era la más ágil (y la de menor tamaño) de toda la tripulación, con lo que resultaba la más indicada para desvanecerse entre el tumulto. Además, llevaba una peluca y una camisola de más, para desprenderse de ambas en algún punto y mermar así las posibilidades de ser reconocida. Trucos de trilero aparte, quedarse en la zona, aún a cierta distancia, sería jugársela demasiado. La belleza salvaje e indómita de Jane no es sencilla de olvidar y podría ocurrir que alguien la reconociese, aún con sus vivaces ojos azules asomando bajo una cabellera distinta.

El caso de Aster era diferente. Él se encontraría fuera del foco de atención antes de que hubiese nada notable a lo que atender, y también contaba con su propio atrezo a base de camisa, barba postiza y un raído gorro de ala caída. Además, peligro a parte, Aster no se lo perdería por nada del mundo.

Ahora bien, ¿Qué hace un tan deplorable Jaime Messacotta en pleno mercado, inconsciente frente a unas truchas nada frescas, y a punto de someterse a la humillación de su vida? Lo cierto es que poco o nada tiene que ver con el torpe de sir Jaime. Aster y Jane…

…continuará, probablemente. 


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viernes, 31 de mayo de 2019

Parricidio



Declina el trono mal cubierto
en sangre, en duelo, en fe rasgada,
en sable hendido a mano amada,
ardid fatal, complot abierto.
E impune incurso, en voz alzada,
abole presto el sino incierto
a impío aserto en sacra ley
de vino al caliz, vid al huerto:
¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!


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miércoles, 8 de mayo de 2019

Tinder


Comencé un libro anoche,
pero quedé encallado
en la primera de sus letras.
Era tan mayúscula, tan carente
de remates, tan cualquiera
entre cualquiera que
la antecediese. Tan opaca
que ni supe si habría
alguna otra letra
al pasar la página.
Tan inmóvil que no pude
imaginarla corriendo de historia
en historia, ni contándome
nada más que un sonido
sordo.

Era tan despalabrada
que pensé en abandonarme
al trote cochinero
de los audiolibros.


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sábado, 4 de mayo de 2019

Germinamos


Adherido a la tinta aterecida
agoniza el consuelo despojado
de comanda, de viento, y orillado
al albor de la póstuma morada.

Y a la vuelta de hoja, encaramada,
ataviada de un blanco inapropiado,
cicatriza la marcha, tiempo andado
inefable en la ausencia consumada.

En fugaces palabras rescatadas
guarecemos memorias recompuestas
predispuestas al poso en sus camadas.

Y preguntas de lluvia sepultadas,
germinamos frugales de respuestas
cuando a cuestas alzamos las miradas.


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sábado, 9 de marzo de 2019

Confidentes



Son conocidos todos
mis parajes secretos
por una muchedumbre
de livianos confidentes.
De tan discretos,
incluso se sugieren
en miradas ligeras
inmunes a cualquier
chisme.

Y yo confío
que ninguno es de esos
cronistas pajarillos.


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sábado, 2 de marzo de 2019

Motín en la nada


Traidores a la ley ausente
usurpan el timón del barco
nublados de memoria estanca.
Otean rabiosos,
moribundos de puertos pretéritos
bramando en la noche sorda.
Ruinoso motín demente
enterrado de mar eterna.


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martes, 26 de febrero de 2019

EPNI (Excremento Planeador Nítidamente Identificado)


Ayer, un pájaro
me cagó la cabeza.
- tuve incluso que marcharme
de dónde estábamos -.
De camino a mi nuevo asiento
pensaba en el poder inalcanzable
de mi alado bombardero,
pues aún sin ser mi ánimo
no me encuentro ni remotamente,
capaz de devolverle el gesto.

Y así me crucé con unos chuchos
exhibiendo modos similares
pero con marcado estilo mamífero,
y advertí en su técnica 
-  más lenta y menos plástica -
un olor, tamaño y fuerza
de largo superiores.
Quizá sea el raquitismo
el pago ineludible de querer
expeler desde tan arriba.

Y así proseguí, en apariencia
ya limpio - pero con caca
bajo la superficie del pelo -,
con renovado interés, eso sí,
en enfrentarme a los disparos
de algún vulgar rinopótamo.


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lunes, 21 de enero de 2019

Anuncios de colonia



Ahora sí, desde luego, cuenta usted con mi voto.

¡Por retar al enemigo!
Y (des)hacer lo que sea
que seguramente no
haya (des)hecho el enemigo.

Por haber rebuscado
de entre todas las palabras
las más bonitas del mundo
- supongo que por eso las usa
de respuesta a cualquier pregunta -.

Porque es usted tan moderado...
y el cambio, y la reconquista,
y el genio malabarista
que defiende mis fronteras
de panteras y trapecistas,
de hippies con riñoneras,
de fascistas neo-comunistas
y turistas sin sus carteras.

Por su esfuerzo tan notorio
en llenar mi sencilla oreja
de verdad sin envoltorios,
de avalorios y accesorios
para mi moral uniceja,
que si usted me la corteja
con canciones de bandera,
terroristas, subvenciones
y de brujas a la hoguera,
bajaré mis pantalones
a la altura de mis co...nvicciones,
y saldrán de mis calzoncillos
al son de sus estribillos
papeletas a borbotones
hasta que le hagamos ganar
- aunque salgan de los rincones
que utilizo para ca...talogar -.

Ay, Jesús...

Disculpe si me he excedido
con mi rimar destartalado.
De por normal comedido
quizá me haya exaltado
poseído de su argumento,
que me lo enuncia en un momento
tan delicado...
con las líneas divisorias
y las glorias del pasado,
con fugados futbolistas
y un artista descocado,
y algún banco en bancarrota,
y quizá alguna derrota
en que usted ya no me insiste,
pues ni loco se resiste
a que se me pase el susto.
Y por eso me disgusto.
Y es que cuando todo apesta,
me molesta, me endemonia,
que algunos aún no compren
sus anuncios
de colonia.


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viernes, 18 de enero de 2019

En la niebla



No acierto a reconocer como nuestra la región de mis anhelos que orquestas y personificas. Te adivino propia en lo más profundo, cierto y oscuro de los pozos tan dispares en que nos hemos deslizado, pero ajena en el diálogo - exiguo pero repleto -  con el que eliges alcanzarme.

No deseo ni soy capaz de rechazarte cuando escoges que te acepte. Cultivas y sacias efímeramente una sed de la que soy perenne consciente. Me abandono, sin fisuras o pliegues, a exprimir cada segundo compartido, incluso obviando - inusualmente - la certeza de tu fugacidad irremediable. La añoranza no tiene cabida. Las preguntas vendrán más tarde. Las preguntas vendrán ahora. ¿Dónde estás? ¿Por qué eres? ¿Qué propones que soy? ¿Cuándo sueñas?

Más allá de tu intención - que aún presumiré como mía - es la primera vez que rescato de este océano de incógnitas la que ahora nos expongo: ¿Debería, acaso, corresponderte?  ¿Debería desbaratar el dogma de tus modos, para tratar de advertir si acaso es que expiamos diferentes conciencias en un mismo rincón nocturno?

Pienso que esto no es más que un sutil y prudente paso hacia la locura. Pero se me escapa - en el sentido más literal posible - en qué lugar nos coloca eso.

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