sábado, 29 de abril de 2017

Batea



Prefiero pensar
que en tu paciente batea
permaneces áureo,
que se alivian tus hombros
con cada mota de tierra
que posas en la corriente
extraviada.
Que nos enseñas,
con livianos aleteos
que eluden la red inquieta
de nuestras almas bisoñas,
lo baladí de recordarse
cuando aún eres.


Relacionadas:

lunes, 24 de abril de 2017

Medrosos presidiarios



En patíbulo de inánimes testigos
se agiganta la reina en su colmena,
pues atruena el silencio en la condena
que subasta entre digos y desdigos.

Las famélicas almas de mendigos
se atiborran del canto de sirena,
alabanza a un festín de enhorabuena
donde se hunden conformes los ombligos.

Moradores oriundos de calvarios,
reconocen con hábito anodino
sus espaldas surcadas por azotes.

Y averiguan, medrosos presidiarios,
que truncaron la enmienda a su destino
abrazando advertidos sus barrotes.


Relacionadas:

viernes, 14 de abril de 2017

Siria


No mata nuestra lluvia,
porque es lluvia.
Pero a veces la Dama Ciega
resentida y anciana cede
su venda a la indemne Parca,
y el mismo cielo que llora
con agua rasgada de ausencias,
y el mismo cielo que riega
mi pluma con voces ajenas,
derrama voraces venenos
sobre alientos desamparados.

Sangro mi tinta harapienta
de palabra imberbe y hendida
sobre aquellas bípedas nubes,
infectas en la propia hojalata
que sus borrascas esparcen.
Mas no les mata la tinta,
porque no viven.


Relacionadas:

jueves, 6 de abril de 2017

Hoguera



Yacemos amedrentados,
apilados como tocones
en un círculo de piedras.
Estacas de nuestra madera
elevan sobre nosotros
lechazos con un semblante
impropiamente plácido.
Son las mismas bestias
(con sus pezuñas incapaces)
quienes arrojan la cerilla
sobre la hoguera inerte
que jamás comienza.

¿Acaso es ceniza y no savia
lo que en nuestras vetas discurre?


Relacionadas:

martes, 4 de abril de 2017

Nuestro barco



Conozco mi barco, que es el tuyo.
He sido capitán cuando tú eras tripulante,
y seguido tus comandas como aprendiz imberbe.
He sido bardo en las noches
y papel mojado en las mañanas,
por todas las veces que fuiste
laúd, oyente, tinta e incendio.
Fregamos juntos la cubierta,
aunque de cuando en cuando me escaquee.
Como polizonte desvergonzado,
puede que hasta en uno o dos lances
haya robado tu vigilia
con secretos breves y ciertos.
Recuerdo pensarte en tierra,
casi siempre frío como una cueva,
pero también anegado de impropios
rubores en mi lóbulo izquierdo.

Es la que es nuestra brújula,
de incontables nortes y aguja salada,
y es su tutela insensata
la que perpetra en ocasiones
que compartamos el camarote,
que confrontemos con los aceros,
que nos arrojen por nuestra borda,
y que – justamente – lo contrario.

Y heme aquí, encaramado al mástil,
desnudo de mar y repleto de aire,
asegurando todos los cabos
para cuando parezca llegar el tiempo,
allá donde atraques, allá cuando seas,
en que abordemos al fin tu barco…
                                                  … que es el mío.



Relacionadas: