Y nos quedamos, al fin, a solas.
Purgamos ahora en íntima sal
las marcas de eslabones que en secreto acuerdo
cosimos a mis muñecas y tu presencia a medias.
Dolemos los recuerdos de atropellados silencios,
de palabras vacías e inventadas,
de grotescos cadáveres de verdades.
Al fin, a solas, te propongo un pacto:
Habla por mi mano, que yo arderé
por tus ocasos de inflamable piedad.
Mira en mis pupilas, que serán
de nubes novatas y cerros gastados.
Anda en mi camino, pues prometo
llover en los ríos,
bailar con los rayos,
fundirme en la roca,
no ser en el aire.
Vive, sin recato, en mi lugar,
viento de mis alas,
madre de mis hijos,
fragua de mi barco.