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jueves, 23 de noviembre de 2017

Doug


A Doug se le conoce como el Opaco.

En el reino de Ölmathz, a la edad de 11 años, todos los infantes son llevados a la Caverna de Mugratz. Montaña adentro, tras un leve descenso, se alcanza una amplia sala de bóveda natural. Por uno de sus extremos se cuela una intensa luz de matiz violáceo. El haz proyecta una sombra con propiedades únicas tras la persona que se coloca bajo su foco.

La llamada Sombra Gloriosa no guarda una escala lógica. No se mueve acorde al sujeto. Puede incluso proyectar personas u objetos que no están en la estancia. No es presente, no es futuro. No es deseo, ni esperanza. Es esencia. Es potencial. La Sombra muestra lo mejor de aquello en lo que puedes llegar a convertirte. Con dedicación, con talento innato, con decisiones. Entiende al sujeto, entiende al mundo, o más bien lo entiende de una forma que los mortales no podemos comprender.

La Sombra es meramente una sombra, en general difícil de interpretar para un observador externo. Por ejemplo, si el iluminado tiene potencial para convertirse en un guerrero formidable, en la gruta se proyectarán escenas de guerra. Quizá el sujeto derribando enemigos, o realizando complejas coreografías de espada. En cambio, si el iluminado tiene el potencial de convertirse en erudito, quizá la proyección sea una silueta inclinada sobre un escritorio, a todas luces insuficiente para hacerse una idea de la naturaleza de su posible trabajo. Sólo el iluminado comprende la verdad en la Sombra, en una dimensión más allá de la propia razón. La Sombra Gloriosa no inventa, no añade ni especula. Sólo ve, sólo cuenta. Las proyecciones no son ajenas al iluminado porque, de alguna forma, forman parte de él. Por ello, al contemplarlas, el sujeto no experimenta una sensación de revelación, sino algo parecido a recuperar un recuerdo. Las oscuras siluetas resuenan con su esencia y, a pesar de ser incomprensibles para otros, arrojan una certeza cristalina en el alma de quien se encuentra bajo el haz.

El secreto de la hegemonía tan duradera de los ölmer reside sin duda en su cultura del esfuerzo. Todo individuo que no persigue una meta con voluntad férrea es en general repudiado en sociedad. Se tolera el error, pero no el abandono o la desidia. Hay un doble motivo para enfrentar a los infantes a la Sombra Gloriosa. Por un lado, se busca dirigir sus pasos hacia ese brillante objetivo que podría hacer progresar Ölmathz. Por otro, se pretende cultivar desde una edad temprana su motivación para conseguirlo, inculcándoles que todo ölmer puede alcanzar un futuro glorioso. No obstante, a pesar que la ceremonia es pública y motivo de celebración, dada la difícil interpretación de las siluetas, se desconoce si esto es realmente cierto. Los ölmer no preguntan por la verdad en la Sombra al iluminado, a no ser que este decida voluntariamente compartirla. Y tal revelación no es común, ni siquiera en los círculos más íntimos. Si algún ölmer se ha visto a sí mismo como un fracasado irremediable, desde luego no lo ha contado. Pero existen ölmers fracasados. En general emigran, pues además de ser tratados como parias huyen del fantasma de sus propias expectativas.

Cuando Doug, el Opaco, se enfrentó a la Sombra Gloriosa a la edad de 11 años, ocurrió algo de lo que no se conocen procedentes. En lugar de dirigir su vista a la Sombra, Doug se quedó contemplando de frente el haz de luz. Tras él, su silueta se dibujó en la pared opuesta a la grieta. Se trataba de la sombra de un niño, inmóvil, de tamaño y pose acordes a la criatura que la proyectaba. Cuando Doug decidió darse la vuelta, su sombra hizo lo propio, como cualquier sombra procedente de un vulgar candelabro. El niño caminó sin prisa hacia el fondo de la caverna, acercándose a su silueta. Al alcanzar la pared, alzó su mano y la posó sobre la de su contraparte, que imitó a la perfección su gesto. Tras unos instantes en esta postura, Doug abandonó el foco de luz, con unos pasos seguros que resonaban entre el silencio tenso de todos los presentes.

Si bien el escepticismo y los rumores han rodeado a Doug desde entonces, nadie ha encontrado buenos motivos para considerar al Opaco un sujeto desconfiable. Comandante del ejército de Ölmathz y consejero en la corte del Rey Banthas a la edad de 24 años, podría incluso decirse que Doug encarna los ideales ölmer de esfuerzo y consecuente éxito.

Estamos muy lejos de comprender cómo funciona la Sombra Gloriosa. Lo que parece claro es que la gruta en sí no tiene nada de especial, sino que es esa luz violácea, sea lo que sea lo que la genera, la que proyecta la Sombra Gloriosa. En el proceso, la luz atraviesa literalmente el cuerpo de la persona y se refracta formando esas imágenes. Es por ello que a Doug le conocen como el Opaco. Los sabios, a falta de una explicación mejor, defienden en general que hay algo en Doug que no permite que esa luz lo atraviese, y por tanto se produce una sombra corriente.

Si me preguntas a mí, te digo que se equivocan. Si sólo fuese una cuestión de “opacidad”, aquel niño hubiera estado tan sorprendido como todos los que allí estábamos. Doug siempre tuvo algo en la mirada… o quizá siempre le faltó algo en la mirada. Creo que la ceremonia de sus 11 años funcionó igual de bien que con cualquier otro maldito crío. Y ahí está el problema. Creo que aquel día todos vimos la Sombra Gloriosa de Doug. Porque de algún modo, cuando le tengo cerca, cuando le miro a los ojos… siento que es una sombra lo que me devuelve la mirada.


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viernes, 10 de febrero de 2017

Mis guantes



El chico esbelto del ático aguardaba en el ascensor. Tras cuatro pisos comenzó a hablar del tiempo. Su voz ausente propagaba madera astillada por la espalda. Dijo que le gustaban mis guantes. Cuando quise mirar mis manos desnudas oí un golpe acolchado. Él se agachó a coger algo. Traté de pulsar el botón de abrir la puerta, pero sólo logré ensangrentar el panel con mi cúbito impotente.


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Microrrelato seleccionado para publicar en la antología: III Concurso de microrrelatos de terror "Microterrores"

Entidad organizadora: Diversidad literaria


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