A Doug se le conoce como el Opaco.
En el reino de Ölmathz, a la edad de 11 años, todos los
infantes son llevados a la Caverna de Mugratz. Montaña adentro, tras un leve descenso, se alcanza una amplia sala de bóveda natural. Por
uno de sus extremos se cuela una intensa luz de matiz violáceo. El haz proyecta
una sombra con propiedades únicas tras la persona que se coloca bajo su foco.
La llamada Sombra Gloriosa no guarda una escala lógica. No se mueve acorde al sujeto. Puede incluso proyectar personas u objetos que no están en la estancia. No es presente, no es futuro. No es deseo, ni esperanza. Es esencia. Es potencial. La Sombra muestra lo mejor de aquello en lo que puedes llegar a convertirte. Con dedicación, con talento innato, con decisiones. Entiende al sujeto, entiende al mundo, o más bien lo entiende de una forma que los mortales no podemos comprender.
La llamada Sombra Gloriosa no guarda una escala lógica. No se mueve acorde al sujeto. Puede incluso proyectar personas u objetos que no están en la estancia. No es presente, no es futuro. No es deseo, ni esperanza. Es esencia. Es potencial. La Sombra muestra lo mejor de aquello en lo que puedes llegar a convertirte. Con dedicación, con talento innato, con decisiones. Entiende al sujeto, entiende al mundo, o más bien lo entiende de una forma que los mortales no podemos comprender.
La Sombra es meramente una sombra, en general difícil de
interpretar para un observador externo. Por ejemplo, si el iluminado tiene
potencial para convertirse en un guerrero formidable, en la gruta se proyectarán
escenas de guerra. Quizá el sujeto derribando enemigos, o realizando complejas coreografías
de espada. En cambio, si el iluminado tiene el potencial de convertirse en
erudito, quizá la proyección sea una silueta inclinada sobre un escritorio, a
todas luces insuficiente para hacerse una idea de la naturaleza de su posible
trabajo. Sólo el iluminado comprende la verdad en la Sombra, en una dimensión
más allá de la propia razón. La Sombra Gloriosa no inventa, no añade ni especula.
Sólo ve, sólo cuenta. Las proyecciones no son ajenas al iluminado porque, de
alguna forma, forman parte de él. Por ello, al contemplarlas, el sujeto no experimenta
una sensación de revelación, sino algo parecido a recuperar un recuerdo. Las oscuras
siluetas resuenan con su esencia y, a pesar de ser incomprensibles para otros,
arrojan una certeza cristalina en el alma de quien se encuentra bajo el haz.
El secreto de la hegemonía tan duradera de los ölmer reside
sin duda en su cultura del esfuerzo. Todo individuo que no persigue una meta con
voluntad férrea es en general repudiado en sociedad. Se tolera el error, pero
no el abandono o la desidia. Hay un doble motivo para enfrentar a los infantes
a la Sombra Gloriosa. Por un lado, se busca dirigir sus pasos hacia ese
brillante objetivo que podría hacer progresar Ölmathz. Por otro, se pretende
cultivar desde una edad temprana su motivación para conseguirlo, inculcándoles
que todo ölmer puede alcanzar un futuro glorioso. No obstante, a pesar que la
ceremonia es pública y motivo de celebración, dada la difícil interpretación de
las siluetas, se desconoce si esto es realmente cierto. Los ölmer no preguntan
por la verdad en la Sombra al iluminado, a no ser que este decida
voluntariamente compartirla. Y tal revelación no es común, ni siquiera en los
círculos más íntimos. Si algún ölmer se ha visto a sí mismo como un fracasado
irremediable, desde luego no lo ha contado. Pero existen ölmers fracasados. En
general emigran, pues además de ser tratados como parias huyen del fantasma de
sus propias expectativas.
Cuando Doug, el Opaco, se enfrentó a la Sombra Gloriosa a la
edad de 11 años, ocurrió algo de lo que no se conocen procedentes. En lugar de
dirigir su vista a la Sombra, Doug se quedó contemplando de frente el haz de
luz. Tras él, su silueta se dibujó en la pared opuesta a la grieta. Se trataba
de la sombra de un niño, inmóvil, de tamaño y pose acordes a la criatura que la
proyectaba. Cuando Doug decidió darse la vuelta, su sombra hizo lo propio, como
cualquier sombra procedente de un vulgar candelabro. El niño
caminó sin prisa hacia el fondo de la caverna, acercándose a su silueta. Al
alcanzar la pared, alzó su mano y la posó sobre la de su contraparte, que imitó
a la perfección su gesto. Tras unos instantes en esta postura, Doug abandonó el
foco de luz, con unos pasos seguros que resonaban entre el silencio tenso de
todos los presentes.
Si bien el escepticismo y los rumores han rodeado a Doug
desde entonces, nadie ha encontrado buenos motivos para considerar al Opaco un
sujeto desconfiable. Comandante del ejército de Ölmathz y consejero en la corte
del Rey Banthas a la edad de 24 años, podría incluso decirse que Doug encarna
los ideales ölmer de esfuerzo y consecuente éxito.
Estamos muy lejos de comprender cómo funciona la Sombra
Gloriosa. Lo que parece claro es que la gruta en sí no tiene nada de especial,
sino que es esa luz violácea, sea lo que sea lo que la genera, la que proyecta
la Sombra Gloriosa. En el proceso, la luz atraviesa literalmente el cuerpo de
la persona y se refracta formando esas imágenes. Es por ello que a Doug le
conocen como el Opaco. Los sabios, a falta de una explicación mejor, defienden
en general que hay algo en Doug que no permite que esa luz lo atraviese, y por
tanto se produce una sombra corriente.
Si me preguntas a mí, te digo que se equivocan. Si sólo
fuese una cuestión de “opacidad”, aquel niño hubiera estado tan sorprendido
como todos los que allí estábamos. Doug siempre tuvo algo en la mirada… o quizá
siempre le faltó algo en la mirada. Creo que la ceremonia de sus 11 años funcionó
igual de bien que con cualquier otro maldito crío. Y ahí está el problema. Creo
que aquel día todos vimos la Sombra Gloriosa de Doug. Porque de algún modo,
cuando le tengo cerca, cuando le miro a los ojos… siento que es una sombra lo
que me devuelve la mirada.