– Sólo espero que hoy se acuñe algún mote memorable. Me encantaría saber a nuestra amada reina prometida con sir Jaime "Polla Al Aire" – comentó Aster, mientras golpeaba el suelo con un bastón imaginario, como si anunciase la entrada de alguien en un salón de alto copete.
– Mejor sir Jaime "Media Polla". Que haya una mitad perdida podría explicar que se le haya quedado así – replicó Jane sin mirarle y
luciendo una perversa sonrisa de lo más seductora –. E incluso se parece a Messacotta.
– ¡Touché!
Los motes, cuanto más sencillos y
vulgares, mejor calan entre el populacho. Y también entre la alta alcurnia, por
muchos pedos que se tiren. "Media Polla" sería sin duda un excelente candidato
para perseguir a sir Jaime Messacotta hasta el fin de sus días. Aster se planteó vociferarlo
en medio de la multitud cuando llegase el momento oportuno, a pesar del riesgo que eso podría entrañar.
El mercado del puerto de Abraxas
estaba abarrotado ese día. El bullicio de tenderos y viandantes incluso impedía
escuchar el romper de las olas contra el muro, apenas a unos metros de la plaza
principal, núcleo de toda actividad. Los vendedores locales eran los que más
alto bramaban las bondades de su mercancía, pero no los que recibían más atención.
El mercado tenía una fama suficiente como para atraer a no pocos comerciantes
de lugares remotos, especialmente navegantes. Algunos hacían escala de apenas
unos días, mientras que otros atracaban por largo tiempo en la ciudad. De
hecho, la mayor parte de operaciones en Abraxas no eran compras de lugareños,
sino trueques de mercancía entre los propios marineros, que aprovechaban a
llenar sus navíos de toda clase de víveres y alhajas antes de zarpar. Eso, al
menos, si no contamos los hurtos como parte de las operaciones. En un lugar de
tan alegre y variopinto caos, un puesto como el de Aster y Jane, con apenas una
cesta de truchas y un informe saco alargado, pasaba del todo desapercibido. Las
truchas ni siquiera estaban frescas. Se las habían comprado muy baratas horas
antes a un pescador aronés, alegre de librarse de ellas. El saco, ahora cerrado, contenía a sir Jaime
Messacotta, prometido de la reina regente Alisa, desnudo, maniatado y sedado.
–
Joder, me encantaría quedarme. Aún no tengo nada
personal contra este imbécil, pero esta es una historia que querría contar yo,
no que me contasen – se lamentó Jane con resignación.
– Te lo narraré con tanto detalle que creerás que
soy tu propio recuerdo – respondió Aster con una indolente mueca de
conformidad.
De acuerdo con el plan trazado,
cuando el morador del saco comenzase a menearse, Aster debería ocultarse
mientras Jane montaba su número para congregar a la plaza. Al menos hasta que
el saco fuese demasiado vivaracho o la audiencia demasiado numerosa, lo que
antes ocurriese. Llegado ese momento, Jane debería esfumarse y permitir un
curso natural de los acontecimientos. No existían en Abraxas leyes específicas
contra la suelta de nobles desnudos y drogados, pero parecía prudente no
hallarse en el meollo de la cuestión cuando la gente atase cabos y llegase la guardia. Jane era la más ágil (y la de menor tamaño) de toda la tripulación,
con lo que resultaba la más indicada para desvanecerse entre el tumulto. Además,
llevaba una peluca y una camisola de más, para desprenderse de ambas en algún
punto y mermar así las posibilidades de ser reconocida. Trucos de trilero
aparte, quedarse en la zona, aún a cierta distancia, sería jugársela demasiado.
La belleza salvaje e indómita de Jane no es sencilla de olvidar y podría ocurrir que alguien la reconociese, aún con sus vivaces ojos azules asomando
bajo una cabellera distinta.
El caso de Aster era diferente. Él
se encontraría fuera del foco de atención antes de que hubiese nada notable a
lo que atender, y también contaba con su propio atrezo a base de camisa, barba
postiza y un raído gorro de ala caída. Además, peligro a parte, Aster no se
lo perdería por nada del mundo.
Ahora bien, ¿Qué hace un tan deplorable
Jaime Messacotta en pleno mercado, inconsciente frente a unas truchas nada
frescas, y a punto de someterse a la humillación de su vida? Lo cierto es que
poco o nada tiene que ver con el torpe de sir Jaime. Aster y Jane…
…continuará, probablemente.
Hala, ya nos has dejado con la intriga...
ResponderEliminarPor favor,qué hacía Jaime Messacota dentro del saco? Pedirían un rescate al susodicho como cambio a no soltarlo en la plaza? mmmm quién sabe...
Muchas gracias por tu intriga Luna =)
EliminarEstá en mi ánimo continuar en cuanto pueda sacar un huequín para ello ;)
¡Un abrazo!