El asunto
es salvajemente simple.
No quedará un solo
ápice de atisbo
de cuanto hayas llovido
a poco que despistes
la vista al cielo.
Elige con descuido
si desvanecerte
entre violentos monzones
o salvar cada gota
para el peor verano.
O acaso ahogarte en la niebla
exigua y contingente.
O quizás emplea toda
la atención - humanamente
posible - en desoirme.
Seguirás pisando, seca,
la tierra que te aguarda.