miércoles, 13 de febrero de 2013

No hay amnistía



Aciago tornaba el viento
en tórrida bienvenida,
fugaz el impar aliento,
frecuente la faz rendida.
Clamaba la mar partida
por ríos descomunales,
famélicos comensales
a mesas de exigua vida.

Tañía la fe cosida
al negro blasón retante,
hipérbole enfurecida
de impávido navegante.
Erraba el ardor errante
de avernos adamantinos
su cauce por rudos sinos
de tránsito lacerante.

Demonios de afín semblante
citados a su homilía
tejían sin par flagrante
abismo de tez baldía.
Flamante verdad vacía
relatan diez mil occisos,
que ingenuos más que imprecisos
creyeron en la amnistía.

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