Podría mudarme, como tantos otros,
a los ígneos ocasos,
a los fieros torrentes,
a las flechas gamberras.
Podría embaucarte, como es costumbre,
con canciones de faunos,
con arbóreas caricias
entre versos frondosos
de verdad emboscada.
Podría contarte historias
de piratas eternos,
quizá guardando en su cofre
de sangrados tesoros
el timón y el viento
de su vil galera.
Podría inventar un idioma,
o acaso recordarte
alguno ya oxidado,
para estudiar su forma,
para mentir sus frases
mientras criamos canas,
escondite insuperable
en inviernos perennes.
No es tan complejo, en realidad.
Podría encallar mi mano
en orillas de escuálida prosa
como rebelde vendetta,
que nunca podría
no ser tu poeta.