Pacientes rocas aguardan
en el lecho del río
que nos compone.
Las aguas, indómitas,
trazan cabriolas en los rápidos,
se envalentonan en tormentas
amansan en avezados cauces.
Esparcen natural desorden,
de fuerza desbordante y belleza longeva,
de peligro irremediable y germinante vida.
Mientras, resignadas, las rocas aguardan
en el lecho del río
que nos compone.
Pasan las gotas y el tiempo
descartando las enclenques y vanas,
desnudando las más enraizadas
amoldando las más implacables.
Mas las aguas, indemnes,
discurren dulces y decididas
perdiendo en baches e inanes desvíos,
ganando en caudal y agallas,
en anocheceres y despertares
de luz reflejada y armónico arrullo...
hasta tornarse, honestas,
cálidas como un milagro,
en mar eterno.
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